Hallazgo arqueológico del Cerro del Piñón en San Martín: Hace 1700 años aproximadamente llegaron a la zona del Cañón de Bolaños, (que comienza en el Valle de Valparaíso, Zacatecas, y termina en el río Grande de Santiago, Jalisco, y Nayarit). Un grupo de personas que venían de la cuenca del lago de Magdalena al centro de Jalisco; se mezclaron con los que vivían allí y se asentaron en pequeños poblados a lo largo del Cañón prefiriendo las partes altas o mesetas para vigilar a las personas que pasaban el río.
Los pueblos más antiguos se dispusieron en torno a una plaza rectangular, construyendo a su alrededor templos y casas del grupo de gobernantes. En las laderas y vegas de los ríos cultivaban y vivían los campesinos.
Cientos de años después cambiaron de plazas rectangulares por circulares donde realizaban sus ceremonias; los poblados más importantes contaban con un juego de pelota cerca de la plaza.
El pueblo vivía en construcciones pequeñas donde había un lugar para cocinar y otro para fabricar sus herramientas: flechas, ollas, cazuelas, platos y raspadores para limpiar pieles.
Un jefe gobernante tomaba decisiones y se encargaba de que todos trabajaran. En la aldea se generaban diversos productos que intercambiaban con los viajeros. Estos cruzaban el Cañón para dirigirse a Chalchihuites, (zona minera), donde obtenían pigmentos minerales, como la hematita, empleada para decorar vasijas, y la piedra verde llamada Chalchihuitl (en náhuatl), considerada sagrada y usada como amuleto. Del trueque obtenían productos que no existían en la región: sal, obsidiana, algodón, pigmentos, minerales, ariscos, conchas (para hacer cuentas, orejeras y narigueras), caracoles marinos (usados como trompetas), creándose así una importante ruta comercial que fuera la actividad principal de los habitantes del Cañón por varios cientos de años hasta que decayó debido a la desaparición de las redes comerciales que unían al norte y al occidente con la cuenca de México.
Comercio: En el mundo prehispánico (antes de la llegada de los españoles) el intercambio comercial era de gran importancia. A las costas del Pacífico llegaron viajeros de la América del Sur, con diversos objetos y costumbres que adoptaron algunos pueblos de México, entre ellos se tienen: cuentas hechas de caracol que vive sólo en el Golfo de Guayaquil, Ecuador; las formas de vasijas con vertedera llamada (asa de estribo); y la costumbre de enterrar dentro de las tumbas de tiro.
Formas de vida de los pueblos: Los oficios de los artesanos del Cañón consistían en hacer vasijas de barro cocido decoradas con muchos detalles en varios colores; tejer fibras de maguey y algodón para hacer vestidos y cobijas; tallar puntas de flecha, raspadores, metates y hachas de piedra; trabajar la concha marina haciendo brazaletes, cuentas y mosaicos colgantes. El resto de la población se dedicaba al cultivo de maíz, frijol, chile y calabaza principalmente, y recogían del monte pitayas, mezquite y otras plantas utilizadas como alimentos, también se dedicaban a la caza y la pesca así como la obtención de minerales que hay en la región.
Parte de la cosecha obtenida se le daba al gobernante quien repartía entre sus ayudantes y sacerdotes; éstos se encargaban de pedir a los dioses buenas cosechas y mantener el nivel de las aguas del río. Las ceremonias más relevantes eran las de los muertos y la del juego de pelota.
El comercio generó una gran bonanza económica, se remodelaban las casas y los templos, se edificaban otras, la gente importante lucía adornos de conchas y coral y se fabricaban gran cantidad de herramientas de piedra y obsidiana.
Las poblaciones crecieron multiplicándose las actividades, esta forma de vida duró aproximadamente 700 años, cuando perdió importancia la ruta comercial y comenzaron a irse unos a Chalchihuites y otros a Jalisco, dejando pueblos abandonados. Los pocos que se quedaron vivirían del producto de sus cosechas, de la recolección de las plantas silvestres, de la caza y de la pesca del río.
Modo de ver el mundo: Vida y Muerte. Los habitantes del Cañón de Bolaños creían que al morir continuarían viviendo en otro sitio, el individuo que moría se le depositaba bajo tierra con las cosas que pudiera necesitar y acompañado de un perro que le serviría de guía hacia otro mundo.
Al tratarse de un gobernante como el camino presentaba peligros, sacrificaban y enterraban con él a un sacerdote que lo protegería con sus plegarias.
En esta cultura se acostumbraba a construir como monumentos funerarios las tumbas de tiro.
Tumbas de tiro: La tumba de tiro se cavaba haciendo un pozo vertical o tiro de profundidad variable conectado a cuartos o cámaras; cuadrados, rectangulares o circulares por lo general de techo abovedado. Existen diversos tipos de tumbas como el de la ranchería de Pisotita que tiene dos cámaras redondas con tiro lateral y uno más en el centro del techo de una de ellas, y como las tumbas de tiro de Valparaíso que tienen cámaras cuadradas y escalones en el fondo del tiro para entrar a la cámara, seguramente se construían según el gusto personal, por eso la variedad.
La costumbre de construir tumbas de tiro es probable que llegara a las costas mexicanas del Pacífico con los viajes marinos que venían desde Ecuador, Colombia y Perú, países de América del Sur, al principio se aceptó entre los pueblos costeros de Colima, Jalisco y Nayarit, pero fue penetrada tierra adentro hasta llegar a la región de Bolaños. Este contacto se puede probar con las cuentas de caracol marino de Guayaquil, Ecuador, halladas en la tumba de tiro del Piñón de San Martín de Bolaños.
Se desconoce el simbolismo o significado de este tipo de construcción funerario, pero es de suponerse su relación con el concepto religioso de los antiguos (prehispánicos) quienes creían en la existencia del inframundo (o cielo) situado sobre la superficie terrestre; para llegar a esto se tendría que crear una situación similar al nacimiento por lo que el tiro y la cámara de la tumba simbolizan la matriz de una mujer parturienta, de esta manera se podría renacer a una nueva vida.
Para la construcción de estas bajo tierra se seleccionaban suelos duros de roca de origen volcánico como la toba o tepetate para que resistiera la destrucción de la naturaleza, además se trataba de disimular su presencia para evitar las violaciones que desgraciadamente han ocurrido de los saqueadores que lo único que hacen es contar que poseen ricos objetos de ofrenda.
En general las tumbas se encontraban en lugares destinados a los muertos como cementerios, alejados de las casas habitaciones o de los templos la excepción son las del Piñón que se construyeron dentro del conjunto del sitio ceremonial, con el paso del tiempo se abandonó esta costumbre debido, tal vez, al arduo trabajo que representaba construirlas y empezaron a enterrar a los gobernantes en fosas situadas al pie de un templo como lugar sagrado que era; esta gente fue enterrada en posición muy flexionada (encogida) con la cara hacia abajo (en dirección al inframundo) cubierta por una máscara, tal vez como protección a los peligros que enfrentaría y con adornos que simbolizan el poder que habían tenido durante la vida.
Hace aproximadamente 770 años, en el siglo XII, perdió importancia la ruta comercial y se inició el abandono de los pueblos, en Cañón de Bolaños, quedó con pocos habitantes hasta la llegada de los españoles quienes encontraron solamente el poblado de Pochotitán.
Tumbas de tiro selladas en El Piñón: La tumba de tiro del Piñón, única en su tipo se encontró cerrada e inviolada. Está situada en la mesa superior del cerro del Piñón, enclavada en las inmediaciones del pueblo de San Martín.
El sitio arqueológico es un conjunto de estructuras de restos de casas y de templos construidos sobre terrazas artificiales donde seguramente vivía el gobernante y otros personajes distinguidos, los sacerdotes y los artesanos; esta tumba reúne características muy especiales: forma parte del conjunto principal, fue edificada al sureste de la mesa bajo uno de los muros que limitaba la parte central del complejo arquitectónico.
La entrada fue cubierta de varas y tierra, se construyó en un conglomerado debido a la ausencia de Tepetate, es única también por haber permanecido cerrada y sin violar hasta nuestros días, brindando la oportunidad de estudiarla y analizar su contenido en su contexto original aportando características culturales. El acceso a la entrada del tiro que tenía un metro de profundidad estaba cubierta por el cimiento de un muro construido años después.
La entrada a la cámara fue sellada por una lápida cuadrangular de piedra colocada sobre una pequeña banqueta hecha en el tiro. Para llegar a la cámara era necesario pasar por una rampa con ollas de ofrendas a los lados. Los restos óseos, muy deteriorados por el ambiente húmedo y el encierro, se encontraban entre los objetos de ofrenda fracturados a causa de los continuos desprendimientos de las rocas del techo.
El espacio de la cámara era circular con techo abovedado, estaba cubierta totalmente por huesos de entierros uno tras otro en cada ocasión se depositaba en el piso un grupo de individuos acumulando en la parte posterior de la cámara los huesos de los anteriores. Entre los huesos humanos había también de animales que fueron enterrados como parte de la ofrenda.
La tumba se reusaba debido a que funcionaba como criptas familiares. Se supone que el cargo del gobernante era hereditario, por lo que su familia conservaba el poder por varias generaciones. A su muerte que era la única de forma natural, se sacrificaba a un grupo de personas cercanas a él para que lo acompañaran en su nueva residencia. El entierro colectivo se componía de niños y adultos de ambos sexos, seguramente se trataba de sus hijos, mujeres y sirvientes. Todos debían cumplir la misma función que habían desempeñado durante la vida y las actividades acostumbradas del gobernante.
El contenido de las grandes ollas colocadas en ambos lados de la rampa eran de huesos semicremados que podían pertenecer a los guardianes de la tumba ya fueran sirvientes o guerreros. Este rasgo es novedoso ya que la cremación era desconocida en esta costumbre funeraria.
Del conjunto de huesos sólo se identificaron tres individuos que por los objetos asociados a ellos se cree que fueron el gobernante y dos sacerdotes acompañantes.
Uno de ellos, depositado en posición extendida fue colocado en forma transversal, con respecto a la entrada a la cámara, tenía sobre el tórax un caracol marino instrumento musical usado en los rituales religiosos lo cual indica que podría tratarse de uno de los sacerdotes; al extremo derecho de la entrada se colocó un individuo que había sido adornado con brazalete de conchas, collares de cuentas de conchas, huesos, caracol marino y coral negro.
Su vestimenta era de algodón y fue depositado en una estera (petate). Junto a él se colocaron unas figurillas huecas sentadas con los brazos sobre las rodillas, tal vez representen al gobernante; una figurilla hueca de un perro (animal que guiaba a los muertos al inframundo); una olla miniatura símbolo de alguna ocasión especial que en vida experimentara el personaje, los topes de un átlatl; dos bordos (puntas de flecha utilizada en el átlatl), que habían estado llenas de alimentos.
En el extremo opuesto apareció un tercer individuo con una pipa junto, este objeto se usaba durante las ceremonias curativas y religiosas. El tabaco y algunas drogas como el peyote eran empleadas como medio para hablar con los dioses por gente preparada, es decir los sacerdotes y hechiceros.
Características o rasgos culturales: Este hallazgo arqueológico representa una aportación de gran importancia en la arqueología en el occidente de México, por ser el primero en su género, su estudio permitió conocer algunos rasgos de la tradición de tumbas de tiro, perdidos por el saqueo indiscriminado del que han sido objeto.
En estos monumentos funerarios se tiene la presencia de: grandes ollas con evidencias de cremaciones humanas, siendo utilizadas como urnas; el uso de la pipa; un intenso intercambio marino; trabajados localmente, el uso dominante de la decoración al negativo para ornamentar piezas de cerámica que indican la existencia de una relación directa entre esta técnica y el ritual de la muerte.
El estudio de la tumba y su entorno cultural permitió constatar que existieron a lo largo del cañón varios centros de control de la ruta comercial que unían el área de Chalchihuites con los de la cuenca, donde vivieron gobernantes que fueron enterrados en igual forma (en tumbas de tiro).
El período de enterramiento en tumbas de tiro entre gente que habitó el cañón de Bolaños, se extiende durante los primeros cinco siglos de la era cristiana, la tumba pudo fecharse en 440 d.C. pero el Piñón fue habitado durante el último siglo antes de Cristo.
El análisis de los restos de comida recuperado del interior de las vasijas brindó una mayor información de alimentos de origen vegetal de los que existen ahora. El estudio de los huesos humanos ha permitido saber que en la tumba se enterraron niños y adultos de ambos sexos.
El conjunto de datos y análisis del contenido de la tumba amplió grandemente el concepto del ritual que se tenía de esta costumbre funeraria, probando que fueron constituidas para depositar un personaje importante de la sociedad acompañado por un grupo de personas; se constató que los objetos hechos a partir de conchas y caracoles marinos se distribuían entre el grupo poderoso exclusivamente, mientras que la gente del pueblo tal vez no se le permitía usar esos valiosos objetos por lo que era enterrada modestamente.
Esta región cazcana pertenecía al cacicazgo del Teúl y fue invadida y conquistada por los nahuatlecas que se apoderaron de los valles de Tlaltenango y Juchipila. Pelearon contra los belicosos tecuexes, contra los zacatecos y los huachichiles.
La zona fue conquistada en el año de 1530 por el Capitán Cristóbal de Oñate, quien por órdenes de Nuño de Guzmán hizo una expedición a la zona norte.
Más tarde unos españoles fundaron una hacienda para beneficiar los minerales que extraían de los yacimientos de la región. En el siglo XVII llegó a la categoría de Alcaldía Mayor del Real de Bolaños. Hacia 1748 la población de españoles se incrementó considerablemente debido a la riqueza minera de la zona.
La extraordinaria bonanza que alcanzó se debió a la explotación de las minas del Espíritu Santo, El Parián, Barranco, La Castellana, La Perla, entre otras.
En 1825 San Martín ya aparece registrado con este nombre en el documento '??Estadística del Estado Libre de Jalisco'? de Victoriano Roa, en esa fecha tenía categoría de pueblo con ayuntamiento y comprendía las comisarías de Mamatla, Tepizuac y Pochotitán. En 1846, San Martín y sus pueblos pasan del departamento de Colotlán al de Bolaños. Desde 1825, San Martín perteneció al 8° cantón de Colotlán, Jal.
En 1861 San Martín de Bolaños y sus pueblos pertenecen a la municipalidad de Bolaños, quedando registradas dos comisarías Mamatla y San Martín.
El 3 de mayo de 1872, por decreto número 286, se suprime la municipalidad de San Martín quedando como Comisaría junto con la de Mamatla hasta el 7 de septiembre de 1892 cuando se erigen en municipalidad las dos comisarías. Posteriormente la de Mamatla, se suprime en 1899 y con el carácter de congregación continuaría perteneciendo al municipio de San Martín.
En 1895 San Martín obtiene la categoría de pueblo con 25 comisarías municipales.
No se sabe con certeza la fecha en que esta municipalidad adquirió el nombre de San Martín Bolaños; pero en la Ley Orgánica Municipal de 1971 ya se registra con esta denominación, que hasta la fecha conserva.
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