Este pueblo se fundó por la raza zapoteca en el año de 1,100 y se llamó en la antigüedad Zetobaa, que quiere decir, 'otro sepulcro', para distinguirlo del primero y más suntuoso que era Mitla: también se llamó Quehuiquijezáá, que significa 'palacio de piedra o cátedra de enseñanza', lo primero por haberse edificado uno sobre una gran piedra, y los segundo, por el destino que se dio al edificio.
Los reyes de Teozapotlán determinaron que residiesen ahí sacerdotes distinguidos por su saber e inteligencia en los ritos y cultos de sus dioses, así para que estos fuesen mejor servidos, como para que dignamente se hiciesen los honores de la recepción a los señores del país que llegasen a visitar el sepulcro de sus deudos difuntos.
En estos casos eran consolados por los instruidos sacerdotes, que les persuadían de las bellas esperanzas del otro mundo 'así se les llamaba', inspirando esfuerzo y valor para obrar generosamente con las promesas de sempiterno descanso, y logrando por este medio que los nobles y el pueblo saliesen de ahí muchas veces determinados a entregarse a las cuarenta penitencias que frecuentaban, o a los golpes mortales de las armas enemigas peleando en los campos de batalla.
Teitipac era pues, una verdadera cantera de enseñanza en que a los vivos se daban lecciones de la mayor importancia con la ocasión de los sepulcros de los muertos. Dos puertas tenía la eternidad, una para los reyes, que era Mitla, y otra para los nobles, que era Teitipac.
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